
La idea de un astronauta expuesto al vacío del espacio evoca imágenes de gravedad cero, temperaturas extremas y una ausencia de oxígeno que podría poner en peligro la vida. Pero, ¿qué pasa si una parte del cuerpo queda sin protección en esas condiciones? En 1959, el experimentado piloto y paracaidista Joe Kittinger realizó un salto en paracaídas desde 100,000 pies, estableciendo un récord histórico. Durante el ascenso, sin embargo, un incidente inesperado puso a prueba los límites del cuerpo humano frente a la casi inexistente presión atmosférica.
Mientras ascendía, Kittinger notó que su guante tenía una fuga, dejando una de sus manos expuesta a la escasa presión de la estratósfera. A pesar de la situación, decidió no informar al centro de control y continuar con la misión. En esas alturas, la presión atmosférica es apenas el 1.3% de la del nivel del mar, lo que crea condiciones cercanas al vacío absoluto. Si bien el traje presurizado de Kittinger logró mantener estable la presión en el resto de su cuerpo, su mano quedó a merced de la baja presión, soportando la exposición durante los 90 minutos de ascenso, los 12 minutos de espera en la altura y los 4 minutos de caída libre.
Como resultado, su mano se hinchó dramáticamente, llegando a duplicar su tamaño normal, y se volvió extremadamente dolorosa. La falta de presión provocó que los líquidos en los tejidos se expandieran y que la mano perdiera funcionalidad temporalmente. A pesar de la incomodidad, Kittinger siguió adelante y completó su salto, siendo consciente de que el dolor era el precio que pagaría por la hazaña.
Cuando Kittinger aterrizó y volvió a una presión atmosférica normal, la hinchazón de su mano empezó a disminuir. En unas horas, recuperó la funcionalidad, aunque el tejido quedó visiblemente magullado y permaneció dolorido durante varios días. Su experiencia es una muestra de lo que ocurre cuando una parte del cuerpo queda expuesta a condiciones cercanas al vacío: hinchazón dolorosa, pérdida temporal de función, pero también una recuperación relativamente rápida en la mayoría de los casos.
Este incidente ayuda a comprender mejor los desafíos físicos a los que se enfrentan los astronautas y el porqué de la rigurosidad en el diseño de los trajes espaciales. En el espacio, cada centímetro de piel debe estar protegido contra las severas condiciones externas. Aunque hoy en día la tecnología es mucho más avanzada, la historia de Joe Kittinger sigue siendo un recordatorio de los riesgos extremos y la valentía detrás de los primeros pasos de la exploración espacial.